Escrito para Superman/Batman Vol. 2 núm. 6 (Febrero 2008). No se publicó por error del packager.
UNA CUESTIÓN DE FE
Hemos llegado al final de esta saga con un último número espectacular por muchas razones. Joe Benitez realiza un gran trabajo en el dibujo, y sobre todo Mark Verheiden nos deja muy sorprendidos con la conclusión de la historia, que se resuelve de un modo original y sorprendente. Muy lejos de culminar en una espectacular batalla, la supervivencia de la raza humana ha recaído en la relación entre dos de sus máximos representantes, que paradójicamente son un alienígena criado como uno de nosotros y un humano oscuro y desconfiado. Ambos han dedicado su vida a defendernos, y en última instancia nuestra existencia ha dependido de su fe en nosotros… y sobre todo de su mutua confianza, pese a sus diferencias.
Superman es claro, transparente, cree en la gente y en su bondad innata. Pero es que ha tenido mucha suerte en su vida. Aunque llegó a la Tierra solo y desamparado, el destino se puso de su parte desde que los Kent fueron quienes lo encontraron y criaron como a su propio hijo. La educación recibida por Clark fue determinante en su decisión de usar sus poderes para defender a la humanidad y de convertirse en un símbolo de inspiración para todos.
No podemos decir lo mismo de Batman, cuya personalidad es mucho más fría y reticente, y no sin razón. Tras el asesinato de sus padres, el joven Bruce Wayne, pese a ser un multimillonario con la vida resuelta, se dedicó en cuerpo, mente y alma a convertirse en una perfecta máquina para combatir el crimen, en un intento de evitar que nadie sufriera del mismo modo que él aún sufre. Encerrado en sí mismo, Batman no ha logrado ser nunca completamente feliz y le resulta casi imposible confiar en nadie que no sea él. Irónicamente, en esta historia Batman ha tenido el destino del mundo en sus manos dependiendo precisamente de su confianza en una persona. Una persona a la que, después de mucho tiempo, ha dejado de considerar un simple compañero para llamarlo por fin “amigo”. Y ese acto de fe ha salvado el mundo.
Pueden ser buenos tiempos para Superman y Batman. Pero siempre queda mucho camino por andar.
UNA CUESTIÓN DE FE
Hemos llegado al final de esta saga con un último número espectacular por muchas razones. Joe Benitez realiza un gran trabajo en el dibujo, y sobre todo Mark Verheiden nos deja muy sorprendidos con la conclusión de la historia, que se resuelve de un modo original y sorprendente. Muy lejos de culminar en una espectacular batalla, la supervivencia de la raza humana ha recaído en la relación entre dos de sus máximos representantes, que paradójicamente son un alienígena criado como uno de nosotros y un humano oscuro y desconfiado. Ambos han dedicado su vida a defendernos, y en última instancia nuestra existencia ha dependido de su fe en nosotros… y sobre todo de su mutua confianza, pese a sus diferencias.
Superman es claro, transparente, cree en la gente y en su bondad innata. Pero es que ha tenido mucha suerte en su vida. Aunque llegó a la Tierra solo y desamparado, el destino se puso de su parte desde que los Kent fueron quienes lo encontraron y criaron como a su propio hijo. La educación recibida por Clark fue determinante en su decisión de usar sus poderes para defender a la humanidad y de convertirse en un símbolo de inspiración para todos.
No podemos decir lo mismo de Batman, cuya personalidad es mucho más fría y reticente, y no sin razón. Tras el asesinato de sus padres, el joven Bruce Wayne, pese a ser un multimillonario con la vida resuelta, se dedicó en cuerpo, mente y alma a convertirse en una perfecta máquina para combatir el crimen, en un intento de evitar que nadie sufriera del mismo modo que él aún sufre. Encerrado en sí mismo, Batman no ha logrado ser nunca completamente feliz y le resulta casi imposible confiar en nadie que no sea él. Irónicamente, en esta historia Batman ha tenido el destino del mundo en sus manos dependiendo precisamente de su confianza en una persona. Una persona a la que, después de mucho tiempo, ha dejado de considerar un simple compañero para llamarlo por fin “amigo”. Y ese acto de fe ha salvado el mundo.
Pueden ser buenos tiempos para Superman y Batman. Pero siempre queda mucho camino por andar.
Javier Olivares Tolosa