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10 de marzo de 2011

SUPERMAN VOL. 2 NÚM. 46

Textos publicados en Superman Vol. 2 núm. 46 (Marzo 2011).

ANTERIORMENTE

En medio de la lucha entre Brainiac y un desorganizado Nuevo Krypton, Brainiac 5, procedente del siglo XXXI, reveló que en esa batalla había mucho más en juego aparte de la supervivencia del planeta. Junto a Superman, Mon-El, Superboy, Supergirl y el pequeño grupo de legionarios que están en escena, su misión es la de salvar las ciudades embotelladas que Brainiac tiene presas, pues entre ellas se encuentran algunos de los mundos natales de miembros clave de la Legión de Superhéroes, cuya existencia en el futuro –y, por tanto, la existencia misma de la Legión– no sería posible si sus mundos no son liberados. Pero la situación todavía empeoró más cuando Brainiac volvió a miniaturizar Kandor, algo que al General Zod no pareció contrariarle, sino satisfacerle como si lo tuviera previsto.

ARTÍCULO

MATE EN DOS

El número de este mes puede transmitir la equívoca sensación de continuar dando vueltas al mismo conflicto –la resistencia de Nuevo Krypton ante el inesperado ataque de Brainiac y Luthor– sin avanzar realmente en él o sin dirigirlo hacia ningún sitio. Nada más lejos de la realidad. Aunque, indudablemente, la trama se encuentra en un momento de transición hacia algo mucho más apocalíptico, no hay que perder detalle de nada de lo que haya sucedido hasta la fecha. Ni, por supuesto, de nada de lo que vaya a suceder, porque llegados a este punto todo se torna enormemente decisivo.
Los lectores habituales de Superman recordaréis que, en muchos de estos artículos con los que venimos complementando la serie mensual desde el inicio de la historia de Nuevo Krypton, hemos establecido paralelismos entre el desarrollo de los acontecimientos y el de una partida de ajedrez. Imaginemos ahora a esos dos jugadores sentados en silencio frente a frente, con sus rostros contraídos por la tensión, las mandíbulas apretadas y el sudor perlándoles la frente. No existe para ellos nada más que ese momento, esa partida. Ambos tienen sus ojos clavados en el tablero casi vacío –la mayoría de las piezas ya han caído en el combate o bien están seriamente comprometidas– que media entre ellos como un océano blanco y negro. Sus mentes trabajan a velocidades difíciles de comprender, absortos y concentrados los dos en su juego y en el de su adversario, tratando de discernir, casi de profetizar, cuál será el próximo movimiento de su rival y cuál podría ser el suyo para anticiparlo o contrarrestarlo. El tictac del reloj golpeándoles los oídos con su incesante martilleo de premura. El tiempo corre, y un paso en falso, un solo movimiento erróneo, comprometería toda la campaña y tendría como resultado el mismo que toda guerra: un vencedor… y un vencido. Y de su pericia, su sangre fría y su estrategia depende quién ocupará cada puesto.
Pues esta imagen que ahora hemos intentado describir, no dista mucho del momento en el que, este mes, se encuentra nuestra cabecera. Estamos a tan solo un número de que, igual que Máximo (el general interpretado por Russell Crowe en Gladiator, que también nos ha servido de referente en otras ocasiones), otro general dé la fatídica señal para desencadenar ira y fuego. Y ahora todo movimiento en esta metafórica partida de ajedrez, por pequeño que sea, puede desequilibrar no solo la balanza de la victoria hacia un lado u otro, sino cambiar el destino y reescribir la historia del universo.
Pero el inevitable enfrentamiento que estallará en el número 48 de Superman no es lo único que nos queda por descubrir. Este mes se han dejado bien atados algunos cabos sueltos, como la incursión de la infiltrada Car-Vex dentro de las filas del Proyecto 7734, en el que había logrado permanecer de incógnito bajo su identidad de la oficial Romundi… o eso había creído ella. La resolución de su trama deja bien claras dos cosas: una, que el General Lane no descuida ni el más mínimo detalle y que es un hombre muy difícil de burlar; y dos, que a su astucia como estratega solo le hace sombra su odio contra los kryptonianos. Y retomando el valioso ejemplo del ajedrez, Lane, taimado rey de uno de los bandos de esta disputa, ya tiene todas sus piezas exactamente en el lugar que deseaba. El mejor ejemplo de esto es Lex Luthor, quien en la imaginaria partida sería sin duda la reina del bando de Lane (única pieza capaz de moverse a su antojo por todo el tablero y de penetrar súbitamente en las filas enemigas), y que ha asestado en estas páginas un golpe que bien podríamos considerar como todo un jaque mate en dos jugadas, lo que en ajedrez significa que el rey enemigo está virtualmente derrotado en tan solo dos movimientos. Pero el por qué y el cómo de todo esto aún tardaremos un par de meses en descubrirlo, igual que las verdaderas intenciones de Luthor al aliarse con Brainiac, uno de los grandes interrogantes que está planteando esta saga. Aunque la respuesta no es difícil si aplicamos el razonamiento empírico de Batman a la hora de resolver un crimen, consistente en preguntarse siempre ¿quién se beneficia? Y en este caso, conociendo a Lex Luthor, la solución es bien sencilla: de las acciones de Lex Luthor, solo se beneficia… el propio Lex Luthor.
Pero, sobre todo, nos resta conocer la verdadera magnitud de la estrategia del General Lane para lograr el que ha sido su objetivo desde el principio: provocar la guerra entre la Tierra y Nuevo Krypton. El mes que viene, el final de La última batalla de Nuevo Krypton será uno de esos números en los que no podrás parpadear. El enfrentamiento entre los kryptonianos y Brainiac llegará a su conclusión, cargado de acción frenética, increíbles sorpresas y un nuevo cliffhanger que dará pie a lo inevitable. El imaginario tablero de ajedrez al que llevamos meses atentos, saltará por los aires de un manotazo para dar paso a una nueva y definitiva partida de la que saldrá el único ganador. Se disputará la última contienda entre los bandos de los generales Lane y Zod, cada uno con lo mejor de su artillería y sirviéndose de los ases que aún les quedaban ocultos en las mangas. Una contienda feroz que durará tan solo 100 minutos. Pero 100 minutos bastan para sellar el destino de dos mundos.

Javier Olivares Tolosa