Textos publicados en Superman Vol. 2 núm. 43 (Noviembre 2010).
Kal-El y Adam Strange formaron equipo para investigar el asesinato de la consejera Mar-Li, descubriendo una conspiración inimaginable, orquestada desde la Tierra por el General Lane. Éste había convencido a algunos miembros del consejo para ser sus espías, pero uno de ellos, Wri-Qin, estaba asesinando al resto de consejeros para acaparar mucho más poder en el nuevo orden después de que Nuevo Krypton cayera bajo el control de Lane. Desobedeciendo órdenes y jugándose la vida, Kal-El logró que Wri-Qin se desenmascarara y que el ejército lo detuviera, limpiando el nombre del Gremio Obrero, garantizándoles un asiento en el consejo y ganándose el aparente respeto del General Zod. Pero cuando ambos parecían estar despidiéndose de su vieja enemistad, la nave de Brainiac apareció sobre el cielo de Nuevo Krypton…
ARTÍCULO
EL QUINTO JINETE DEL APOCALIPSIS
Su nombre provocaba pesadillas en todo el universo. Las historias sobre sus visitas a otros planetas, de los que arrancaba y embotellaba ciudades que pasaban a formar parte de su macabra colección, daban más escalofríos que cualquier cuento de terror. Se le conocía como Brainiac, el nómada intergaláctico que, igual que una plaga de langostas pero movido por su insaciable hambre de conocimiento, sustraía a la fuerza lo mejor de cada planeta por el que pasaba, y destruía el resto con el mismo desdén de quien arroja a la basura la inservible cáscara de una nuez tras devorar su contenido. Nadie sabía con exactitud cuántas veces había realizado el mismo ritual; cuántos mundos habrían recibido la visita de aquel monstruo y perecido bajo su maldad. Pero mientras en la Tierra los niños siempre se han acostado revisando que en sus armarios no se ocultara el Hombre del Saco, o mirando sin querer mirar debajo de sus camas en busca de un monstruo inexistente, en galaxias más lejanas, donde la leyenda de Brainiac era conocida, los niños se acostaban con el temor real de ver, a través de sus ventanas, aproximarse una siniestra nave en forma de calavera…
Hace 35 años, Brainiac llegó al planeta Krypton para llevarse su ciudad capital, Kandor. El poderoso y disciplinado ejército kryptoniano que comandaba el General Zod fue incapaz de impedir que aquel demonio de las estrellas lograra su cometido. Con la misma facilidad de quien toma una porción de tarta, Brainiac abdujo la ciudad más esplendorosa de aquel mundo fantástico. Una cúpula de energía cubrió toda la urbe, penetrando muchos metros bajo el suelo y actuando como una cuchilla que seccionó la ciudad entera, separándola del resto del planeta. En cuestión de minutos, la fantasmagórica calavera metálica que servía de transporte y hogar al despiadado alienígena elevó la recién embotellada y miniaturizada ciudad de Kandor hasta hacerla entrar en sus entrañas, donde ocuparía un lugar en la colección de ciudades de las que Brainiac extraía conocimiento y poder. Todo lo que había quedado en el interior de la cúpula sobrevivió. Un centenar de miles de kryptonianos asustados tuvieron que continuar con sus vidas en aquella nueva y extravagante situación, como microbios en un matraz a merced de un observador cruel.
Pero la suerte de Krypton aún sería más trágica. Una vez cobrada su presa, Brainiac lanzó un artefacto explosivo contra el sol de Krypton haciéndolo explotar, lo que sería causa de la destrucción de todo el planeta. Paradójicamente, los desdichados habitantes abducidos de Kandor se salvarían de perecer gracias a su presidio. Solo sobrevivirían ellos, la ciudad de Argo –que se desprendió del planeta tras la explosión y fue posteriormente encontrada por Brainiac y añadida a la botella de Kandor–, y un bebé a quien sus padres colocaron en una pequeña nave en dirección a la Tierra…
Unas tres décadas después, aquel bebé kryptoniano, criado por una gentil pareja de granjeros americanos, era ya Superman, el mayor héroe de la Tierra. Bajo el sol amarillo de nuestro planeta, el niño a quien llamaron Clark Kent desarrolló poderes y habilidades mucho más allá de las de los simples mortales. Su círculo íntimo se llenó de amigos, compañeros, aliados… y hasta se casó con el amor de su vida. Pero también fue cosechando peligrosos enemigos en su batalla interminable por la verdad y la justicia.
Hace un par de años (concretamente desde el número 26 de Superman, de Planeta DeAgostini), Superman supo de la existencia de aquel a quien llamaban Brainiac. Descubrió la relación del alienígena con la destrucción de Krypton, y que éste poseía una ciudad kryptoniana viva y miniaturizada en su nave de pesadilla. El Hombre de Acero venció el combate contra Brainiac y devolvió Kandor a su tamaño natural, dándole un nuevo emplazamiento en la Tierra. Sus 100.000 habitantes kryptonianos quedaron libres, desarrollando rápidamente los mismos poderes que Superman. Fue el inicio de un largo y convulso período de tensiones entre la Tierra y Kandor, que culminó con la creación de un planeta artificial en el que los supervivientes de Kandor empezarían desde cero: Nuevo Krypton.
Pero las tensiones no acabaron ahí. Nuevo Krypton y la Tierra se convirtieron en enemigos irreconciliables. Superman colgó la capa y se enfundó un traje militar para servir en Nuevo Krypton bajo las órdenes del General Zod y poder controlarlo de cerca. Otro general, terrestre en este caso, Sam Lane, orquestaba la campaña anti-kryptoniana desde los emplazamientos secretos de su proyecto militar numerado como 7734, dígitos que, girándolos 180º, forman la palabra “hell”, infierno en inglés, en una serendipia realmente apropiada.
Y ahora, en el peor momento imaginable, la bestia ha regresado como un quinto Jinete del Apocalipsis, cabalgando sobre su caballo metálico y descendiendo sobre los cielos de Nuevo Krypton, donde muchos de los hombres y mujeres que le han pertenecido durante años han comenzado a librar su última batalla contra él. Con el retorno de Brainiac, ya falta muy poco para que toda esta trama, que comenzó a gestarse hace más de dos años, llegue a su fin. Pero recordad que los Jinetes del Apocalipsis nunca vienen solos, y muy pronto recibiremos la visita del más temido de ellos. Y, adaptando aquí uno de los eslóganes más conocidos del Universo DC: “mundos vivirán, mundos morirán… y el universo de Superman no volverá a ser el mismo.”
Javier Olivares Tolosa
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Kal-El y Adam Strange formaron equipo para investigar el asesinato de la consejera Mar-Li, descubriendo una conspiración inimaginable, orquestada desde la Tierra por el General Lane. Éste había convencido a algunos miembros del consejo para ser sus espías, pero uno de ellos, Wri-Qin, estaba asesinando al resto de consejeros para acaparar mucho más poder en el nuevo orden después de que Nuevo Krypton cayera bajo el control de Lane. Desobedeciendo órdenes y jugándose la vida, Kal-El logró que Wri-Qin se desenmascarara y que el ejército lo detuviera, limpiando el nombre del Gremio Obrero, garantizándoles un asiento en el consejo y ganándose el aparente respeto del General Zod. Pero cuando ambos parecían estar despidiéndose de su vieja enemistad, la nave de Brainiac apareció sobre el cielo de Nuevo Krypton…
ARTÍCULO
EL QUINTO JINETE DEL APOCALIPSIS
Su nombre provocaba pesadillas en todo el universo. Las historias sobre sus visitas a otros planetas, de los que arrancaba y embotellaba ciudades que pasaban a formar parte de su macabra colección, daban más escalofríos que cualquier cuento de terror. Se le conocía como Brainiac, el nómada intergaláctico que, igual que una plaga de langostas pero movido por su insaciable hambre de conocimiento, sustraía a la fuerza lo mejor de cada planeta por el que pasaba, y destruía el resto con el mismo desdén de quien arroja a la basura la inservible cáscara de una nuez tras devorar su contenido. Nadie sabía con exactitud cuántas veces había realizado el mismo ritual; cuántos mundos habrían recibido la visita de aquel monstruo y perecido bajo su maldad. Pero mientras en la Tierra los niños siempre se han acostado revisando que en sus armarios no se ocultara el Hombre del Saco, o mirando sin querer mirar debajo de sus camas en busca de un monstruo inexistente, en galaxias más lejanas, donde la leyenda de Brainiac era conocida, los niños se acostaban con el temor real de ver, a través de sus ventanas, aproximarse una siniestra nave en forma de calavera…
Hace 35 años, Brainiac llegó al planeta Krypton para llevarse su ciudad capital, Kandor. El poderoso y disciplinado ejército kryptoniano que comandaba el General Zod fue incapaz de impedir que aquel demonio de las estrellas lograra su cometido. Con la misma facilidad de quien toma una porción de tarta, Brainiac abdujo la ciudad más esplendorosa de aquel mundo fantástico. Una cúpula de energía cubrió toda la urbe, penetrando muchos metros bajo el suelo y actuando como una cuchilla que seccionó la ciudad entera, separándola del resto del planeta. En cuestión de minutos, la fantasmagórica calavera metálica que servía de transporte y hogar al despiadado alienígena elevó la recién embotellada y miniaturizada ciudad de Kandor hasta hacerla entrar en sus entrañas, donde ocuparía un lugar en la colección de ciudades de las que Brainiac extraía conocimiento y poder. Todo lo que había quedado en el interior de la cúpula sobrevivió. Un centenar de miles de kryptonianos asustados tuvieron que continuar con sus vidas en aquella nueva y extravagante situación, como microbios en un matraz a merced de un observador cruel.
Pero la suerte de Krypton aún sería más trágica. Una vez cobrada su presa, Brainiac lanzó un artefacto explosivo contra el sol de Krypton haciéndolo explotar, lo que sería causa de la destrucción de todo el planeta. Paradójicamente, los desdichados habitantes abducidos de Kandor se salvarían de perecer gracias a su presidio. Solo sobrevivirían ellos, la ciudad de Argo –que se desprendió del planeta tras la explosión y fue posteriormente encontrada por Brainiac y añadida a la botella de Kandor–, y un bebé a quien sus padres colocaron en una pequeña nave en dirección a la Tierra…
Unas tres décadas después, aquel bebé kryptoniano, criado por una gentil pareja de granjeros americanos, era ya Superman, el mayor héroe de la Tierra. Bajo el sol amarillo de nuestro planeta, el niño a quien llamaron Clark Kent desarrolló poderes y habilidades mucho más allá de las de los simples mortales. Su círculo íntimo se llenó de amigos, compañeros, aliados… y hasta se casó con el amor de su vida. Pero también fue cosechando peligrosos enemigos en su batalla interminable por la verdad y la justicia.
Hace un par de años (concretamente desde el número 26 de Superman, de Planeta DeAgostini), Superman supo de la existencia de aquel a quien llamaban Brainiac. Descubrió la relación del alienígena con la destrucción de Krypton, y que éste poseía una ciudad kryptoniana viva y miniaturizada en su nave de pesadilla. El Hombre de Acero venció el combate contra Brainiac y devolvió Kandor a su tamaño natural, dándole un nuevo emplazamiento en la Tierra. Sus 100.000 habitantes kryptonianos quedaron libres, desarrollando rápidamente los mismos poderes que Superman. Fue el inicio de un largo y convulso período de tensiones entre la Tierra y Kandor, que culminó con la creación de un planeta artificial en el que los supervivientes de Kandor empezarían desde cero: Nuevo Krypton.
Pero las tensiones no acabaron ahí. Nuevo Krypton y la Tierra se convirtieron en enemigos irreconciliables. Superman colgó la capa y se enfundó un traje militar para servir en Nuevo Krypton bajo las órdenes del General Zod y poder controlarlo de cerca. Otro general, terrestre en este caso, Sam Lane, orquestaba la campaña anti-kryptoniana desde los emplazamientos secretos de su proyecto militar numerado como 7734, dígitos que, girándolos 180º, forman la palabra “hell”, infierno en inglés, en una serendipia realmente apropiada.
Y ahora, en el peor momento imaginable, la bestia ha regresado como un quinto Jinete del Apocalipsis, cabalgando sobre su caballo metálico y descendiendo sobre los cielos de Nuevo Krypton, donde muchos de los hombres y mujeres que le han pertenecido durante años han comenzado a librar su última batalla contra él. Con el retorno de Brainiac, ya falta muy poco para que toda esta trama, que comenzó a gestarse hace más de dos años, llegue a su fin. Pero recordad que los Jinetes del Apocalipsis nunca vienen solos, y muy pronto recibiremos la visita del más temido de ellos. Y, adaptando aquí uno de los eslóganes más conocidos del Universo DC: “mundos vivirán, mundos morirán… y el universo de Superman no volverá a ser el mismo.”
Javier Olivares Tolosa