Textos publicados en el volumen recopilatorio Clásicos DC: Superman: kryptonita nunca más (Julio 2010).
Artículo:
SALVANDO A SUPERMAN
El antiguo Imperio Romano fue un ejemplo de poder. Durante cinco siglos, abarcó desde el Océano Atlántico hasta el Mar Negro, y desde el desierto del Sáhara hasta lo que hoy es Escocia; más de seis millones de kilómetros cuadrados. Pero un poder así no podía durar eternamente, como dejó escrito para la posteridad el cónsul e historiador romano Cornelio Tácito (55-120 d.C.), quien aseguró que “el poder nunca es estable cuando es ilimitado”. Y, en efecto, a finales del siglo V, el Imperio Romano llegaba a su fin.
La hegemonía de Superman no duró cinco siglos pero, en un medio tan joven como el cómic, el tiempo se mide en tramos más cortos. Desde la primera aparición del Hombre de Acero en el ya histórico Action Comics #1 de 1938 (del que, recientemente, se ha vendido un ejemplar por 1.000.000 de dólares), Superman se volvió imparable. Imparable en ventas, imparable en popularidad, imparable en crecimiento del imperio que, igual que el romano en su época, se expandió a su alrededor.
Pero, paradójicamente, el Hombre del Mañana se volvió demasiado imparable sobre el papel. De justiciero agresivo y con un punto de chulería, el personaje fue evolucionando hasta convertirse en algo que bien podríamos llamar un dios. Omnipotente y omnipresente, capaz de hacer frente a cualquier adversario o situación sin que representara para él un verdadero desafío. Poderes tan pintorescos como la supermemoria, la superventriloquia o el supercálculo mental – o prácticamente cualquier don al que se le añadiera el prefijo súper – le ayudaron no solo a derrotar amenaza tras amenaza, sino a salir airoso de cualquier problema cotidiano. Evidentemente, esto llegó a resultar tedioso para el lector, que perdió el interés por un personaje al que siempre veía triunfante, y a quien parecía que los poderes le brotaban sobre la marcha según las necesidades.
De ahí que, en 1971, el guionista Dennis O’Neil fuera encargado de la irónica tarea de salvar a quien podía hacerlo todo. Su misión era rescatar a Superman de su hastío y convertirlo de nuevo en un personaje que pudiera gustar al lector. Y su solución fue la historia que acabas de leer, una historia que, valientemente, comienza con la destrucción del único elemento que podía hacer mella en el todopoderoso Superman: la kryptonita. Con la premisa de un mundo en el que Superman ya no debe temer a nada, se planteó esta saga en la que no solo se revisó al personaje, sino que también se realizó un perfecto alegato sobre las consecuencias de que alguien ostente un poder ilimitado e imparable.
Como broche de oro, en este tomo también habéis podido leer la historia publicada en el Superman Special #1 de 1992, escrita y dibujada por Walter Simonson, y que presenta una suerte de homenaje a la saga en la que Superman dejó de ser tan súper. Y es que, aunque otros recogieron el testigo, siempre le deberemos a Dennis O’Neil ser el primero en atreverse a desafiar a un dios.
CONTRAPORTADA
Un accidente durante un experimento ha transformado la letal kryptonita en inofensivo metal. Ahora no hay nada en la Tierra que pueda detener a Superman. ¿O sí? Tras el incidente, un misterioso ser formado de arena comienza a dejarse ver, y en su presencia parece que Superman pierde sus poderes. ¿Qué se esconde tras el extraño hombre de arena? ¿Y cuáles serán las consecuencias para Superman?
Dennis O’Neil, Curt Swan y Murphy Anderson firman la primera revisión del Superman clásico antes de las Crisis en las tierras infinitas, en un volumen que se complementa con el número especial de Walter Simonson que homenajeó a aquella historia veinte años después.
Artículo:
SALVANDO A SUPERMAN
El antiguo Imperio Romano fue un ejemplo de poder. Durante cinco siglos, abarcó desde el Océano Atlántico hasta el Mar Negro, y desde el desierto del Sáhara hasta lo que hoy es Escocia; más de seis millones de kilómetros cuadrados. Pero un poder así no podía durar eternamente, como dejó escrito para la posteridad el cónsul e historiador romano Cornelio Tácito (55-120 d.C.), quien aseguró que “el poder nunca es estable cuando es ilimitado”. Y, en efecto, a finales del siglo V, el Imperio Romano llegaba a su fin.
La hegemonía de Superman no duró cinco siglos pero, en un medio tan joven como el cómic, el tiempo se mide en tramos más cortos. Desde la primera aparición del Hombre de Acero en el ya histórico Action Comics #1 de 1938 (del que, recientemente, se ha vendido un ejemplar por 1.000.000 de dólares), Superman se volvió imparable. Imparable en ventas, imparable en popularidad, imparable en crecimiento del imperio que, igual que el romano en su época, se expandió a su alrededor.
Pero, paradójicamente, el Hombre del Mañana se volvió demasiado imparable sobre el papel. De justiciero agresivo y con un punto de chulería, el personaje fue evolucionando hasta convertirse en algo que bien podríamos llamar un dios. Omnipotente y omnipresente, capaz de hacer frente a cualquier adversario o situación sin que representara para él un verdadero desafío. Poderes tan pintorescos como la supermemoria, la superventriloquia o el supercálculo mental – o prácticamente cualquier don al que se le añadiera el prefijo súper – le ayudaron no solo a derrotar amenaza tras amenaza, sino a salir airoso de cualquier problema cotidiano. Evidentemente, esto llegó a resultar tedioso para el lector, que perdió el interés por un personaje al que siempre veía triunfante, y a quien parecía que los poderes le brotaban sobre la marcha según las necesidades.
De ahí que, en 1971, el guionista Dennis O’Neil fuera encargado de la irónica tarea de salvar a quien podía hacerlo todo. Su misión era rescatar a Superman de su hastío y convertirlo de nuevo en un personaje que pudiera gustar al lector. Y su solución fue la historia que acabas de leer, una historia que, valientemente, comienza con la destrucción del único elemento que podía hacer mella en el todopoderoso Superman: la kryptonita. Con la premisa de un mundo en el que Superman ya no debe temer a nada, se planteó esta saga en la que no solo se revisó al personaje, sino que también se realizó un perfecto alegato sobre las consecuencias de que alguien ostente un poder ilimitado e imparable.
Como broche de oro, en este tomo también habéis podido leer la historia publicada en el Superman Special #1 de 1992, escrita y dibujada por Walter Simonson, y que presenta una suerte de homenaje a la saga en la que Superman dejó de ser tan súper. Y es que, aunque otros recogieron el testigo, siempre le deberemos a Dennis O’Neil ser el primero en atreverse a desafiar a un dios.
Javier Olivares Tolosa
CONTRAPORTADA
Un accidente durante un experimento ha transformado la letal kryptonita en inofensivo metal. Ahora no hay nada en la Tierra que pueda detener a Superman. ¿O sí? Tras el incidente, un misterioso ser formado de arena comienza a dejarse ver, y en su presencia parece que Superman pierde sus poderes. ¿Qué se esconde tras el extraño hombre de arena? ¿Y cuáles serán las consecuencias para Superman?
Dennis O’Neil, Curt Swan y Murphy Anderson firman la primera revisión del Superman clásico antes de las Crisis en las tierras infinitas, en un volumen que se complementa con el número especial de Walter Simonson que homenajeó a aquella historia veinte años después.